¿Realmente soy PAS o es mi trauma el que habla?
- Natalia Ulloa Inostroza
- 8 sept
- 2 Min. de lectura
Muchas personas que se descubren Altamente Sensibles (PAS) sienten alivio: por fin hay una explicación del porqué soy como soy. Sin embargo, aparece una duda muy común:
“¿Soy realmente sensible o son mis traumas que me hacen ser así?”
La respuesta no es blanco o negro: podemos ser PAS y además llevar huellas de trauma. Entender la diferencia nos ayuda a dejar de sentirnos “demasiado” o “rotas” y a empezar a relacionarnos con nuestra sensibilidad desde un lugar más saludable y compasivo.
Alta Sensibilidad: un rasgo innato
La Alta Sensibilidad es un rasgo biológico presente en el 15–20% de la población. El cerebro y el sistema nervioso de una PAS procesan con mayor profundidad la información externa e interna.
Algunas características típicas del rasgo:
Notar matices en sonidos, gestos o ambientes que otros no perciben.
Vivir las emociones con gran intensidad.
Tener una empatía profunda hacia los demás.
Necesitar más tiempo de recuperación tras la sobreestimulación.
Creatividad, intuición y capacidad de reflexión.
Estas cualidades existen desde que nacemos, más allá de las experiencias que se vivan después.
Trauma: la huella en el sistema nervioso
El trauma no es solo lo que nos pasó, sino cómo nuestro cuerpo y sistema nervioso lo registró cuando no tuvimos recursos ni apoyo suficiente para integrarlo.
Algunas señales de trauma que pueden confundirse con la Alta Sensibilidad:
Hipervigilancia constante y dificultad para relajarse.
Reacciones desproporcionadas de miedo, enojo o desconexión.
Dificultad para confiar en los demás o sentir seguridad.
Percepción de amenaza incluso en entornos seguros.
Fatiga crónica producto de vivir en alerta.
¿Por qué se confunden?
Ambas implican intensidad: tanto la sensibilidad como el trauma pueden llevar a reacciones emocionales fuertes.
Ambas afectan al sistema nervioso: la PAS tiene un sistema nervioso más responsivo; el trauma, por su parte, lo altera y lo mantiene en hiperactivación o colapso.
Historia personal: muchas PAS crecieron en entornos que no entendían su sensibilidad, lo que aumenta el riesgo de experiencias traumáticas.
Por eso, no es raro que una persona sensible llegue a preguntarse si lo suyo es Alta Sensibilidad o Trauma.
Ventajas y desafíos de ser PAS frente al trauma.
Ventajas:
Mayor conciencia corporal y emocional para detectar cuándo algo no anda bien.
Profundidad reflexiva que facilita procesos terapéuticos.
Alta empatía, lo que permite buscar y valorar vínculos sanadores.
Creatividad y recursos internos para resignificar experiencias.
Desafíos:
Mayor susceptibilidad al impacto del trauma, ya que el sistema nervioso registra con más detalle.
Riesgo de quedar atrapadas en la hipervigilancia.
Tendencia a confundirse con la emoción o el dolor ajeno.
Necesidad de espacios seguros y tiempos de recuperación más largos.
¿Cómo empezar a diferenciarlos?
Una guía práctica puede ser preguntarte:
¿Lo que siento nace de la percepción o del miedo? La sensibilidad suele llevarte a percibir más; el trauma, a defenderte más.
¿Mi respuesta me acerca a la vida o me contrae? La sensibilidad abre puertas a la conexión y la creatividad; el trauma genera contracción y evitación.

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